En el extremo nordeste de Portugal, a lo largo de la frontera al sur de Alcanices, entre la ribera de Angueira, al oeste y el sur, y el río Douro, al este, existe un conjunto de aldeas donde las personas utilizan para hablar entre sí dos lenguas: el portugués y el mirandés. Los dos idiomas conviven hoy en día en una situación de diglosia. Mientras que la primera se utiliza en cualquier ámbito, la segunda tiene un uso más restricto, generalmente confinado a la familia y a la comunicación entre aldeas.
Ante esa situación, un grupo de hablantes, profesores y lingüistas de algunas universidades portuguesas trabajaron conjuntamente para lograr una convención en la ortografía del mirandés. Teniendo en cuenta la filiación histórica del mirandés con el antiguo leonés, los autores hicieron una primera “Propuesta…” (en 1995) que se puso en discusión pública. Para esta discusión contribuyeron también algunos filólogos españoles y sobre todo asturianos. Se buscaron y establecieron criterios unitarios, sistemáticos, claros y económicos, y se logró una escritura común para el mirandés.
Para ello, en primer lugar, se buscó una reducción de la variación gráfica, así como su clareza en la anotación gráfica de determinados procesos fonológicos. Se tuvo en cuenta la continuación de la tradición gráfica, y se trató de buscar simplicidad y flexibilidad. El resultado es una convención que posibilita la comunicación del mirandés por escrito.